Ahora que, gracias a Internet, el acceso al sexo es universal, varias revistas eróticas apelan al arte para sobrevivir. Pero ¿tiene sentido que Playboy se parezca a Vogue?
En la era que propugna defunción al papel, ciertas revistas se han entregado a los placeres de la carne. Procacidad, moda e intelectualidad han hecho un trío sobre una cama de cuché para alumbrar lo que bien podría llamarse Nuevo Erotismo Ilustrado. Una revisión del concepto de revista masculina S de los años setenta. Nuestros padres lo hacían mejor. Publicaciones con tantas pretensiones de refinamiento como méritos artísticos para colocar en la mesa del salón, no escondidas bajo el colchón. Y, de paso, atraer también a lectoras.